Crónicas confinadas Proceso creativo

¿Cómo nació Crónicas de unas amigas confinadas?

A veces me preguntan si los personajes de mi libro existen de verdad. Y la respuesta es: sí… pero no del todo. Crónicas de unas amigas confinadas no es una autobiografía, pero tampoco es ficción al 100%.

Nació de un grupo real de amigas, de conversaciones por WhatsApp durante el encierro, de crisis compartidas, risas absurdas, videollamadas infinitas… y sobre todo, de una necesidad enorme de recordar esa etapa tal y como fue: caótica, emocional y profundamente humana.

Así fue como creé a estas protagonistas. Todas tienen una parte de alguien que conozco. O de varias. Y también de mí, claro. Pero luego vino la magia de la escritura: exageré, reinventé, mezclé recuerdos con escenas inventadas, y nacieron ellas. Reales y ficticias al mismo tiempo. Como la vida misma.

La historia de este libro empieza, curiosamente, sin pretenderlo. Todo comenzó en marzo de 2020, cuando el mundo se detuvo, nos encerraron en casa y nosotras, mi grupo de amigas con bastante poca vergüenza y muchas ganas de cachondeo, nos refugiamos en nuestro grupo de WhatsApp que, por si el título no lo dejaba claro, se llamaba Sin bragas y a lo loco.

Cada una estaba en su casa, confinadas con sus respectivas parejas, hijos, madres, gatos o incluso solas. Pero eso no impidió que formáramos una especie de comunidad virtual, a base de mensajes, videollamadas interminables, audios de 7 minutos y stickers personalizados que no voy a detallar aquí por decencia.

Exagerábamos todo, sí, pero también nos desahogábamos de verdad. Una lloraba, la otra se reía, otra ordenaba compulsivamente el armario por colores, otra se ponía a dibujar como si le fuera la vida en ello… Había días buenos, días horribles y otros tan surrealistas que parecía que vivíamos en una comedia absurda escrita por nosotras mismas.

Y ahí, entre drama y risa, se me encendió la bombilla. No sé en qué momento exacto fue, pero decidí guardar absolutamente todo: nuestras conversaciones, los memes, los vídeos, los audios, las reflexiones serias y las tonterías monumentales.

Les dije: “Esto hay que escribirlo. Esto es historia, aunque sea la nuestra. Y quiero que el día de mañana podamos leerlo y volver a reírnos —o llorar— con todo lo que pasamos”.

Así nació un diario. Para nosotras, sin intención de publicar nada. Pero al ir leyéndolo una y otra vez, me di cuenta de que había algo más. Que nuestra historia —mezcla de realidad, locura, vulnerabilidad y humor negro del bueno— podía convertirse en un libro.

Y así empecé a escribir Crónicas de unas amigas confinadas, tomando como base ese diario real, pero dándole también una vuelta con un poco de imaginación, para liarla un poco más y llevar la historia a otro nivel. ¿Por qué no inventarse situaciones? ¿Y si pasaban cosas más bestias aún? Total, ya estábamos al límite de la cordura…

El resultado es un libro que mezcla la verdad con la ficción, donde lo que parece inventado muchas veces fue real, y lo que parece real… bueno, igual me lo saqué de la manga. Pero eso ya lo dejo a tu interpretación.

Lo importante es que Crónicas de unas amigas confinadas es, sobre todo, un homenaje a la amistad, al humor como tabla de salvación, y a esa capacidad que tenemos —sobre todo las mujeres— de apoyarnos unas a otras incluso cuando el mundo se cae a pedazos (o estamos en pijama desde hace tres días).

Si alguna vez tuviste un grupo de amigas con el que arreglaste el mundo por WhatsApp, este libro es también un poco tuyo.

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