Al principio, la soledad era un sitio oscuro. No era simplemente estar sin alguien. Era sentir que incluso el mundo seguía sin ti. Un lugar lleno de recuerdos que ya no sabías a quién contarles.
Final: La soledad, entendí, también puede ser hogar.
Aunque todo en mí parecía estar esperando a alguien. Escribía como si lo conociera, como si supiera lo que era querer de verdad. Como si el amor estuviera a la vuelta de la próxima mirada, la próxima herida, el próximo intento.
Final: Era por mí. Por seguir creyendo, incluso sin pruebas. Por no rendirme aunque doliera. Porque a veces el amor también es no perderse buscándolo.
Primero fue castigo, cárcel, silencio que pesaba. Pero después… fue refugio.
Final: Aprender a estar solo fue descubrir que puedo ser mi propia compañía, mi paz, mi hogar.
Un grupo de WhatsApp que se volvió refugio, espejo, terapia sin cita previa. De ahí nacimos otras.
Final: Porque cuando te atreves a ser quien eres, el mundo cambia contigo.
El confinamiento me obligó a ver mi sombra. Y ahí, perdida, me encontré.
Final: Perderme fue el primer paso para encontrar la versión más auténtica de mí misma.
Y sin embargo, entre mensajes y juegos, lo sentí. No lo planeé. Pero fue real.
Final: No como un choque, sino como un despertar.
La incertidumbre nos hacía pequeñas. Pero perderse era parte del camino.
Final: Y sin embargo, fue justo eso lo que necesitaba para descubrirme.
Nos reíamos de nuestras ideas locas. Pero al final, la locura fue nuestra fuerza.
Final: Y nosotras, al final, tuvimos la suficiente.
Entre risas y confesiones sin filtros, creamos algo nuevo.
Final: Fuimos otras. Más nuestras. Más libres.
Dejamos de pedir permiso para habitarlo y empezamos a reírnos con él.
Final: Y no pedir perdón por tenerlo.
Nos enseñamos las ojeras, los enfados, la vulnerabilidad real.
Final: Porque solo se abraza de verdad lo que se muestra entero.
Aprendimos a nombrarlo, vivirlo, disfrutarlo. Sin pedir perdón.
Final: Se vive. Se nombra. Y se goza.
Y cuando rompimos el silencio, no fue caos. Fue liberación.
Final: Fue limpieza. De palabras, de heridas, de versiones viejas de nosotras.
Entre el desorden surgió la transformación.
Final: Empezamos a vivir sin permiso.
De escribir en bajito a gritar lo que somos. Sin miedo.
Final: Ya no susurramos lo que somos.